Esta mujer me hace feliz
me enfurece y me hace feliz
ronca toda la noche como las cigarras
ni hablar del casorio, eso pasó
lloró y lloró, pero pasó, no es fea
¿cómo decirlo? parece garza, le compré
dos espejos grandes, no el costurero
de razo pajizo como Lorca
a la mozuela, no, ella no es mozuela, además
me enamoré, qué importa
que tuviera marido, entré
de golpe en la imantación ¿y qué?, le compré
dos espejos grandes para que se viera
entera toda la pinta: la nariz
de casada infiel y al mismo tiempo fiel, los ojos
¡y qué diera por el oro de sus ojos!
bueno, le compré,
dos espejos para que se viera entera,
pecosa y anorexica en la pasarela
vertical desde la punta alta el pelo
a lo espléndido de los pies sin zapatos
¡Ay cuerpo!
¡y quién fuera eternamente cuerpo!
Eso fue lo quebradizo que le compré
dos espejos grandes,
de dos metros por uno treinta,
con todo lo irrisorio del caso
¿por qué dos y no uno? si el pacto es un asola piel,
¿no será que ella por esquiza es dos? Al hueso,
otra vez: dos es uno y se acabó, entonces fue cuando se paró
llorosa entre los dos vidrios, el vaso de whisky entre los dedos
"Por los dos espejos que soy" sollozó, no oyó la risa de las estrellas,
durmió tres noches, la despertó
la trizadura. Fuera de eso somos felices,
no nos vemos, pero somos felices,
el lema es sin llorar, respirar
cada uno su oxígeno pero sin llorar
y otra cosa, vivimos a un milímetro de París
donde duerme Nadja, casi no la vemos, pero la vemos
nos besamos en frances, a Río sí que fuimos,
la otra semana, a Buenos Aires, aún me duele
el costalazo de ella contra los mármoles
del palacio de Pizarro, eso en Lima, por ahi fuimos virreyes,
lo de rey, ya se sabe es otra cosa, todo eso,
más otras insignificancias, aviones
y más aviones, efimero
todo. Amantes,
cuiden los espejos.
Gonzálo Rojas
sábado, 20 de marzo de 2010
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