miércoles, 30 de junio de 2010


ESTETICA DEL JUEGO

En La actualidad de lo bello, Gadamer analiza la segunda característica de la actividad lúdica: "el juego no conoce propiamente la distancia entre el que juega y el que mira el juego. El espectador es, claramente, algo más que un mero observador que contempla lo que ocurre ante él; en tanto que participa en el juego, es parte de él." (p.69). Y desde esta perspectiva, se convierte en un hacer comunicativo.

Lo que implica el aproximarse a la obra con una visión dinámica, en tanto es entendida "como proceso de construcción y reconstrucción continuas" (p.20), en el cual el espectador actua como co-jugador, forma parte del juego porque la obra, (producto de este juego) deja siempre un espacio que hay que rellenar; proceso, además, nunca acabado.

Acudiendo a la semiótica de la recepción encontramos un concepto propuesto por Umberto Eco sobre esta premisa participativa: la "cooperación textual" o cooperación del lector como condición de la actualización del texto: el autor, "deberá prever un Lector Modelo capaz de cooperar en la actualización textual de la manera prevista por él y de moverse interpretativamente, igual que él se ha movido genenrativamente."(Lector in fabula, 80)

Si bien los planteamientos de Barthes difieren de la hermenéutica y de la estética de la recepción, en tanto defienden un "ahistoricismo" en la producción y en la recepción discursiva , están indudablemente en la posición crítica que defiende la posición activa del lector y que constituye, desde la teoría literaria, el antecedente más importante en la consolidación de una estética de la interactividad, es decir, de una estética del juego.

El "libro-juego", no permite espectadores sino jugadores porque sólo quien juega hace posible la realización del juego. En este sentido, la obra obedece a una estética que exige la cooperación activa del receptor en la construcción -no desciframiento- del sentido. Las funciones creadoras y receptoras se modifican y se unifican. Las dos producciones de sentido no se pueden separar: el autor, como diseñador consciente de las estructuras textuales, propone una serie de estrategias que invitan al lector al jugar, a participar activamente en la actualización de la obra; el lector, como jugador, no puede situarse al margen como espectador pasivo. Sin su actuación la obra -el juego, la fiesta- no se realiza.

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